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Mostrando entradas de 2014

Artyom, mentiroso profesional

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Soy un mentiroso profesional. Un auténtico traficante de sonrisas y lágrimas. A veces las quito, a veces las doy. Pero nunca son mías. El escritor puede desahogar todas las turbaciones de su alma trazando palabras con una pluma, así como el pintor da formas y colores a sus sentimientos sobre el lienzo. Yo, en cambio, no tengo derecho a manifestar mis propias emociones. Porque le presto mi voz, mi cuerpo y mi alma a otros. A otros que nunca conocí… a otros que quizás nunca fueron. Pero que viven dentro de mí. Así, he sido un rey, una princesa del espacio profundo, un poeta, un asesino. Mis hijos han tenido mil nombres y mil caras. Así como mis esposas, mis mejores amigos… y mis archienemigos. Los he besado, los he vengado, los he traicionado y los he amado a todos ellos día tras día. Noche tras noche. Una y otra vez, en un ciclo que parecía no tener fin…  Pero un día desaparecen, todos ellos. Y yo soy alguien distinto, moviéndome por una ciudad totalmente nueva. Ya no recu

El cordero perdido

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Anteriormente... El trabajo de Osen ***   ***   ***   ***  *** La tormenta empezaba a volverse más violenta cuando lo oí por primera vez. Alto, agudo y desgarrador. Un grito capaz de abrirse paso entre la lluvia y el viento, una vez tras otra. No me fue difícil seguirlo hasta la orilla del río, donde la encontraba la pequeña maraña de algodón sucia que lo emitía. Y supe al instante que se trataba de uno de sus corderos. Él seguramente había retirado a su rebaño con prisas previendo la tormenta y el pequeño se había despistado. Ahora el pequeño animal pedía ayuda con todas sus fuerzas, paro ni su pastor ni sus compañeros estaban ahí para escucharlo. Por eso lo perseguí hasta alcanzarlo y me lo llevé conmigo. Una vez seco y colmado de flores secas ya no lloraba. Sólo miraba de un lado a otro preguntándose dónde estaba, quién era yo. Y a mí me hubiese gustado preguntarle cómo es su casa y cómo es él cuando nadie lo mira. Pero simplemente nos acurrucamos junto al fuego y de

Helios IV

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"Todos los átomos de nuestro cuerpo serán enviados al espacio cuando el Sistema Solar se desintegre, para vivir por siempre como masa o energía. Eso es lo que deberíamos estarle enseñando a nuestros niños, no cuentos de hadas sobre ángeles y ver a su abuela en el cielo"  - Carolyn Porco Interrumpimos las noticias con un boletín de de última hora. Al parecer, la nave rusa Helios IV se ha estrellado hace dos horas en algún punto de la estepa, posiblemente al norte de Krasnoborsk, junto al Dvina Septentrional. Todavía se desconoce el estado de los tres astronautas que tripulaban la nave, pero dada la violencia del impacto… Rusia calificaba ayer la misión del Helios IV como un fracaso absoluto. La Agencia Espacial Federal Rusa informaba de que una inesperada y violenta erupción solar, con una fuerza equivalente a decenas de millones de bombas de hidrógeno, pudo ser la causante de la catástrofe. Era una misión demasiado pretenciosa: ¡mandar una nave tripulada m

El primero, él único... el último

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Desde el principio de los tiempos, los hombres buscaron sus orígenes volviendo los ojos hacia la tierra, hacia los mares… hacia las estrellas. Trazaron con sangre y piedra las figuras de dioses gigantes venidos del cielo con poder, sabiduría y evolución. Vestigios. Objetos extraños con propiedades imposibles. Huesos sin dueño. Amuletos que no labró la mano del hombre. Un montón de reliquias misteriosas y potencialmente peligrosas fue lo que consiguió reunir aquel grupo de ocultistas que se hacían llamar los primeros nigromantes. Nunca diría que fueron mis padres. Pero no sería justo no reconocer que fueron mis creadores. Así pues… soy el fruto del experimento de una raza inferior que buscaba sus orígenes entre los restos de algo mucho más grande que ellos. Y encontraron su respuesta: una respuesta rara y vacía, que les recordaba a algo que era, sin serlo. Para mí el mundo era distinto que para ellos. Más fuerte, más rápido… con unos ojos que no necesitan ver. C

Una luz en la oscuridad

Parecía que hubiese pasado una eternidad desde aquel día. El día en que Fittz y ella se escaparon hasta las fraguas. Su padre les había prohibido que saliesen del pueblo, que se había convertido en un campamento de refugiados atestado de gente. Les había prohibido que saliesen, pero se habían ido igualmente. Las cosas estaban calientes, según decían los adultos. Calientes como las propias fraguas. Al menos cuando éstas funcionaban. Llevaban paradas desde que comenzó todo, y la actividad y el revuelo de los extraños que ahora abarrotaban los alrededores, había sustituido al alboroto de los trabajadores que se levantaban al alba para ir a las minas. El aire ya no olía a metal fundido, algo que echaba terriblemente de menos, pues era su olor favorito en el mundo. Ahora todo le llenaba la nariz con un hedor repugnante. A enfermedad… y otras cosas desagradables. Lo notó aún más cuando llegaron al origen, y casi tuvo que cubrirse la boca con la mano para no vomitar. Tenía el estómago

Mar: la cala

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El día había sido gris y húmedo, como lo eran casi todos en aquel pequeño pueblo pesquero de Escocia. Tras horas de lluvia fina, el sol se había asomado tímidamente a la última hora de la tarde, arrancándole destellos a un mundo que lo reflejaba como un espejo. Sobre todo el mar. Blancanieves lo observaba lánguidamente, sentada en el balcón de proa del Apfelchen , acodada en la barandilla, con la barbilla descansando sobre los brazos cruzados. La piel fina de sus pies blancos que colgaban sobre el agua se teñía de un rubor cobrizo con los últimos rayos de un sol a punto de ponerse. Había salido a dar una vuelta cerca de la costa, parándose a descansar al abrigo de una pequeña cala. Probablemente se quedaría allí a pasar la noche. El puerto y esos malditos escoceses la ponían nerviosa. Todas las cosas raras que habían pasado esos días… sumadas a la angustiosa sensación de que alguien la observaba. Constantemente creía sus movimientos seguidos por unos ojos invisibles que

El puerto, ese lugar extraño...

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Corpulento, malcarado y renqueante. Así era el hombre que aquella mañana se detuvo ante el Apfelchen , el pequeño velero de Blancanieves. Odbal estaba tumbado en la bañera de popa, sobre la piel que unos días antes había encontrado al borde de la ría, orgulloso como un general con un trofeo de guerra. Mientras tanto, Blancanieves repasaba los cabos y ni siquiera notó la presencia de aquel tipo que se había detenido, casi sin respiración, delante de su perro. - ¿Cuánto? – preguntó – ¿Cuánto quiere por eso? Un resoplido de fastidio escapó de los pulmones de ella al verse obligada a levantar la cabeza para atender a la impertinente pregunta. Le costó unos segundos asimilar la escena: el viejo marinero borracho señalando al animal; Odbal devolviéndole la mirada fijamente, enseñando los dientes… y aquella estúpida cuestión flotando en el aire salobre. Tan estúpida y molesta como el graznido de las gaviotas, pensó. - No está a la venta. Su perro era sagrado, habían pasado po

Una vez, en un sueño...

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-Canta para mí, Jae... Ella tenía una voz preciosa, diferente de todas las demás. Había armonía en ella, una cadencia suave que hacía que cuando la escuchabas... todo dejase de tener importancia. Aquella voz se había convertido en su droga, consiguiendo hacer a un lado las demás. Paseó los dedos por las cuerdas de la guitarra, y ella lo complació siguiendo la melodía. Cantando para él. Porque en aquel instante... sería sólo suya. Acomodó la cabeza sobre su vientre y ella le acarició el cabello, y le pareció que podría vivir así para siempre. Pero nada es para siempre. No para él, al menos. No para ellos... Y por eso... por eso se sintió el tío más afortunado del mundo en ése jodido instante. Porque en aquel instante... era sólo suya. -¿Te has dormido? Abrió los ojos y se encontró con los de ella, de ése gris pálido, brillantes, cómo si su interior albergase una estrella. Rasgados y atentos, reflejaban la sonrisa que veía en aquellos labios carnosos